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viernes, 19 de febrero de 2016

Constitución de la Ciudad de México - Alejandro Rojas Díaz Durán




¿En qué nos perjudica a los habitantes de la Ciudad de México no tener una
Constitución propia?

LA CIUDAD DE MÉXICO nunca ha sido libre, autónoma y soberana como cualquier estado de la República. Desde que se fundó la nación mexicana, hace 200 años, ha sido sometida por el poder de la federación y al poder presidencial. Nos han quitado libertades, derechos y muchísimos recursos económicos.

Las reformas políticas de 1993 y 1996 ejemplifican como pocas el carácter trunco y errático de nuestra transición hacia la democracia. Se trata, en varios sentidos, de un estatuto provisional en el que prevalecen las reglas no escritas sobre las definiciones jurídicas precisas, subsisten numerosos vicios del antiguo régimen y queda pendiente una enorme tarea de expansión y organización ciudadana y de transformación institucional.
Se puede leer y/o bajar el libro en:


miércoles, 10 de febrero de 2016

Convocatoria para integrar la Asamblea Constituyente de la Ciudad de México



El 29 de enero de 2016 se publicó en el Diario Oficial de la Federación el Decreto por el que se reforman y derogan diversas disposiciones de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos en materia de la reforma política de la Ciudad de México. Esta reforma entró en vigor el 30 de enero.

En los artículos transitorios del Decreto se establece que la Asamblea Constituyente de la Ciudad de México se compondrá de 100 diputadas y diputados constituyentes, 60 de los cuales serán electos por el principio de representación proporcional. En esta elección podrán participar candidatos postulados por los partidos políticos nacionales o ciudadanas y ciudadanos que pretendan contender como candidatos independientes.

Por mandato Constitucional, la organización de esta elección, que tendrá lugar el 5 de junio del año en curso, está a cargo del Instituto Nacional Electoral. Es por ello que, para dar inicio al proceso electoral en cuestión, el Consejo General del INE aprobó la convocatoria, normatividad y formatos sobre el proceso para elegir a las y los 60 diputados integrantes de la Asamblea Constituyente de la Ciudad de México, y que encontrarás en este sitio:

Convocatoria para la elección de sesenta diputadas y diputados para integrar la Asamblea Constituyente de la Ciudad de México

Acuerdo
Formato 1
Formato 2
Formato 3
Formato 4
Formato 5
Formato 6

Modelo Único de Estatutos de la Asociación Civil que deberán constituir las y los ciudadanos interesados en postularse como candidatas o candidatos independientes
Acuerdo por el que se aprueba el Plan y Calendario Integral del proceso electoral relativo a la elección de sesenta diputados por el principio de Representación Proporcional para integrar la Asamblea Constituyente de la Ciudad de México, se determinan acciones conducentes para atenderlos, y se emiten los lineamientos correspondientes
Plan y Calendario Integral para dar seguimiento a este proceso electoral
Lineamientos que regulan las actividades a realizar durante el proceso electoral
Anexo 1: Nombramiento de representante de partido político o candidato independiente ante Mesa Directiva de Casilla (CON derecho a votar en la casilla)
Anexo 2: Nombramiento de representante de partido político o candidato independiente ante Mesa Directiva de Casilla (SIN derecho a votar en la casilla)
Cabe señalar que los 40 diputados constituyentes restantes serán designados de la siguiente manera:

14 senadores y 14 diputados designados por las cámaras de Diputados y Senadores, respectivamente, a propuesta de sus Juntas de Coordinación Política
6 ciudadanos designados por el Presidente de la República.
6 ciudadanos designados por el Jefe de Gobierno del Distrito Federal.


domingo, 31 de enero de 2016

Internet como un puente - Agustín Frizzera


* Puede leerse y/o descargarse el libro completo en: https://es.scribd.com/doc/297118898/Que-Democracia-Para-El-Siglo-Xxi


"Retirado cada uno aparte,
vive como un extraño
al destino de todo lo demás,
y sus hijos y sus amigos particulares
forman para él toda la especie humana:
se halla al lado de sus conciudadanos,
pero no los ve; los toca y no los siente;
no existe sino en sí mismo y para él solo,
y si bien le queda una familia,
puede decirse que no tiene patria.
Sobre éstos se eleva un poder inmenso y tutelar
que se encarga sólo de asignar sus goces y vigilar su suerte.
Alexis de Tocqueville, La democracia en América.
Puesto que los que saben
y los que saben que no saben no se equivocan,
se puede definir como ignorante
al que cree que sabe.
Esa ignorancia es la causa de los peores males."

Platón, Diálogos"



La democracia que tenemos La democracia es, sobre todo, un estilo de vida. Como
tal, implica el respeto a las diferencias con otros, aceptar
la pluralidad, preferir el diálogo a la violencia, tomar
responsabilidad por las acciones propias, rendir cuentas,
comprometerse con el bien común. La democracia es, también,
un sistema. Vista así, es un arreglo político de prácticas e instituciones
(de determinadas características) que garantizan determinado
orden y organizan la convivencia humana.
La vitalidad de una democracia reside, justamente, en el grado
de sincronía entre el sistema y el estilo de vida de los ciudadanos.
El sistema democrático que hoy tenemos es una herencia liberal
del siglo XIX que, en su momento, se impuso por pragmatismo
y como mal menor ante las únicas alternativas que se
contemplaban: el absolutismo o la anomia demagoga.
Si bien se aplicaron enmiendas (el universo de votantes
se amplió, se incorporaron mecanismos de consulta popular a
muchas constituciones, etcétera) el ritmo de los potentísimos
cambios sociales de los últimos años hizo que el sistema perdiera
el tren. Y, hoy, se presenta ante nosotros como una cosa.
Trasladada al siglo XXI, la ingeniería democrática ensamblada
en el siglo XIX no reconoce el fraccionamiento de las identidades
sociales, las nuevas dinámicas de la economía mundial
y los nuevos patrones culturales. Así, desincronizada de las
28

costumbres ciudadanas, el sistema se ha vuelto impermeable,
lento, impreciso.
Hoy, la representación indirecta supone un voto de confianza
con escasas garantías. En ese marco, se sabe, los partidos
políticos contemporáneos mostraron los defectos propios de
otras instituciones de épocas precedentes y se transformaron
en asociaciones oligárquicas organizadas para asegurar eficacia
en su competencia por el poder.
Las premisas del siglo XIX caen y el puente entre representantes
y representados se fractura. El resultado es la desafección
ciudadana, fenómeno que podríamos graficar así: si bien la ciudadanía
abraza la democracia, grandes mayorías ven la política
como lejana, inaccesible y, peor, le atribuyen una lógica propia,
ajena a la vida social.
Esta democracia que tenemos es formal y muy limitada. Para
enormes masas votantes, el sistema se ha convertido en elegir, cada
dos años, entre peores-alternativas. La democracia que tenemos es
un método para legitimar el poder. Como tal, por cierto, no logra
establecer las mejores opciones para la sociedad en su conjunto.
Así, por más patético que sea el ganador, “gana” el poder para
realizar determinadas transformaciones. Una vez pasadas las elecciones,
entonces, nos dicen que hay que “someterse” a los representantes
del voto popular (y a la ley, claro, que también los somete a
ellos). Por supuesto, podemos estar dispuestos a acatar las normas;
pero eso de someterse, ya es otra historia.
29

La sabiduría colectiva
¿Qué es “saber”? ¿Quién sabe? ¿Quién sabe más? ¿Cómo lo
demuestra? ¿Quién decide? La división entre “saber” y “no saber”
está en la base de la división entre representante y representado. Este
cálculo, siempre decimonónico, apuntaba a dejar la administración
de “la política formal” en manos de un grupo de expertos,
capaces de interpretar a los representados.
Hoy, sin embargo, vivimos tiempos en que las ideas se diseminan,
los puntos de vista se multiplican y el conocimiento se
transforma. Nuestras sociedades, complejas, veloces, reniegan de
la autoridad del líder como experto. Hoy, para vivir mejor, los representantes
deberán entender que, al decir de Pierre Lévy, “nadie
sabe todo y que cualquiera sabe algo”.
Así, si bien resulta válido reconocer en el representante un
oficio específico (que requiere habilidades profesionales, que se
cultivan en parlamentos y despachos de estado) es el monopolio
de su saber de lo que se habla. En el siglo XXI, reservar el conocimiento
para castas de especialistas es pura melancolía.
Si aceptamos que el conocimiento está repartido por todas
partes, el saber del político tiene que orientarse a maneras de administrar
y representar esos saberes repartidos, coordinarlos en
tiempo real, para producir una movilización efectiva de las competencias
de cada uno.
Esta idea, si bien sugiere que el Estado debe ser más que el
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aparato de administración estatal, no es, de ninguna manera, un
alegato anti Estado. Al contrario, el Estado es fundamental para la
democracia en el siglo XXI. Entonces, si bien cabe pensar en cómo
sostener a nuestros representantes, no hablamos de “barrerlos”.
El punto es crear mecanismos, pensados para aumentar la
interacción entre sectores sociales, que podrían funcionar como
un complemento al esquema “representativo”. Así, las líneas que
dividen a una fuerza política de otras se harían más claras. También,
la frontera que separa los intereses de unos de los intereses
de otros encontraría mayor anclaje. Sin representación podríamos
tener problemas de legitimidad a la hora de encarar acciones realmente
participativas.

Una democracia más democrática, democracia que podemos
tener, entonces, no supone disolver la representación, sino pensarla
más permeable a los aportes ciudadanos. El diálogo y el encuentro
contribuyen a conocer el punto de vista del otro y hacen
posible (en el mejor de los casos) la empatía. Sin embargo, no
alcanzan para resolver las contradicciones. Ésa es función de un
Estado que, al decidir políticamente, promociona a algunos intereses
por sobre otros.

En suma, el saber experto del representante (y su equipo) sigue
siendo necesario pero debe ser permeable a la sabiduría colectiva.
La política no es el monopolio del saber sino tramitar saberes
repartidos. La política democrática debe establecer una dirección
ante puntos de vista expuestos y diferenciados.
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DEMOS
Lejos de las fantasías de la inteligencia artificial, el software
puede ayudar a desarrollar y potenciar las capacidades políticas de
colectivos sociales. La ingeniería de la democracia del siglo XXI
será imaginar y construir el uso de un espacio público particular,
construido sobre un ciberespacio interactivo y en movimiento.
Con DEMOS, proyecto desarrollado por Democracia en Red
con el apoyo de la Legislatura Porteña, quisimos dar un paso
en ese sentido. Y apuntamos, justamente, a introducir nuevos
mecanismos de participación ciudadana en un parlamento local
para generar mayor conciencia cívica entre los ciudadanos.

Basado sobre DemocracyOS1, aplicación web para la toma de
decisiones colectivas, la implementación, DEMOS, se desarrolló
en dos instancias:
1. La selección de proyectos de ley: presentación de dieciséis
iniciativas con estado parlamentario, seleccionadas
por doce bloques políticos distintos, para que los ciudadanos
participantes calificasen cada proyecto de acuerdo
al interés que tuvieran en debatirlo.2
2. El debate online, la discusión en general y en particular
por parte de los ciudadanos de los tres proyectos
mejor calificados en la etapa de selección.3
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En total, la página fue visitada por más de 13000 porteños.
Las tres leyes más votadas recibieron más de 650 comentarios
que pudieron traducirse en propuestas concretas, en general y
en particular, para que los autores de los tres proyectos debatidos
pudieran mejorar la formulación y el alcance de su proyecto.
Los proyectos seleccionados fueron a tres bloques diferentes.
Uno de ellos pertenece al bloque mayoritario (PRO: 28 diputados
sobre 60) ,pero los proyectos restantes son de bloques
con enormes dificultades de incidir en la agenda parlamentaria
para la discusión de temas: un bibloque (Coalición Cívica, 2 diputados
sobre 60) y un monobloque (Partido Obrero, 1 diputado
sobre 60).

La experiencia calificó de prueba piloto y, al menos, nos
muestra dos cosas: una plataforma online y abierta hace que
el tratamiento de los temas quede sujeto a las preocupaciones
ciudadanas y no sólo al peso parlamentario de los bloques políticos.
Así, puede ayudar a corregir la desviación del sistema frente
al interés general.
La participación ciudadana en una plataforma online, un
nuevo espacio público, se puede traducir en inputs digeribles por
el sistema, consistentes con la práctica parlamentaria.
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Profundizar el camino
Inaugurar un camino es apasionante, sin embargo, no se
puede aprender de la experiencia anterior. Se trata de intentar,
sacar conclusiones, corregir y volver a intentar. Consideramos
que, la simpleza del planteo y en la usabilidad de la plataforma
online, DEMOS tuvo aciertos.
Si se trata de involucrar comunidades heterogéneas, de interrelacionar
a diferentes actores en una convocatoria cada vez
más alta, el dispositivo escogido debe ser inteligible para todos
los participantes.

Hay, sin embargo, muchos aspectos a fortalecer de cara
a futuras implementaciones. En resumen, los desafíos para las
herramientas participativas para una Democracia en Red deberán
incorporar los siguientes lineamientos:
1. Educar. Es el componente pedagógico. ¿Y si los participantes
de un proceso participativo no sólo buscan la
imposición de su punto de vista? ¿Y si buscan aprender
algo, compartir un espacio común? ¿Puede este aprendizaje
ser indirecto, informal? ¿Puede usar juegos? ¿Fomentan
estas herramientas el reconocimiento, por parte de
los ciudadanos, de la estructura normativa? En definitiva,
¿sirven estas herramientas para el enriquecimiento civil
de las personas?
2. Informar, establecer conexiones causales. Es el com34
ponente informativo. ¿Sirven estas plataformas para la entrega
de mensajes a escala ciudadana? ¿Cómo hacen las
organizaciones políticas para aprovechar estas palestras en
la cotidianidad de los participantes? ¿Cómo hacen los participantes
para discutir en clave de justicia social?
3. Conectar redes sociales de distintos recursos. Es
el componente político. ¿Pueden estas plataformas tender
puentes, articular espacios amplios para contrapuntos e
intereses conflictivos? ¿Se expresan todos los ciudadanos
involucrados? ¿Las diversas opiniones entran en un marco
general? ¿Cómo se puede lidiar con las asimetrías de
poder de los participantes?
4. Ser utilizados en su justa medida. Es la variable de
tiempo. Consultar sobre todo puede equivaler a no consultar
nada. En otras palabras, estas plataformas deben
evitar el abuso de la consulta pública.
5. Ser institucionalizados. Es una condición necesaria,
pero no suficiente. Se refiere a los arreglos institucionales
y normativos para la incorporación de la dimensión ciudadana
en la toma de decisiones. Ninguna forma de participación
ciudadana puede ser viable mientras no se institucionalice
y se defina en términos legales.
6. Cumplir: Es la condición indispensable. Es vital que
la decisión tomada se respete; lo contrario podría redundar
en la desilusión de los participantes. Así, un aspecto
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central de la última fase de un proceso participativo es la
difusión de lo programado y el control de la ejecución de
lo acordado.
En última instancia, es el Estado quien debe asumir la responsabilidad
del rumbo a tomar mostrando, a la luz del día, que al
ratificar o rechazar determinada decisión, está decidiendo políticamente.
La política en la vida cotidiana
Sin una renovación de las prácticas políticas, nuestras sociedades
contemporáneas plantearán cada vez más problemas
de coordinación. La democracia liberal representativa, tal como
la conocemos, será sustituida por una nueva forma de gobernar.
¿Asegurará esta forma mayor horizontalidad?
La acción más importante para la política del siglo XXI es
construir un nuevo espacio público en el que la ciudadanía no
quede tan vinculada a la “política institucionalizada” como a la
acción colectiva de los propios ciudadanos. La vida social debe
ganar protagonismo político.
Para promoverlo es indispensable crear un ámbito, legitimado
por las instituciones formales, en el que todos los agentes
implicados, tratados como iguales, participen en la identificación
de problemas públicos, en la determinación de prioridades
y en el diseño y gestión de soluciones.
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Así, el hecho de que los ciudadanos manifiesten mayor o
menor identificación con los partidos políticos es irrelevante
fuera de la jornada de elecciones. En este esquema, que asume
la pérdida de centralidad de la política, las instituciones formales
dejan de ser los referentes principales.
Con la institucionalización de procesos como DEMOS, la
ciudadanía podría asumir un rol político desde redes informales
que se mezclen con las formales. Ello contribuiría a aumentar
la eficiencia en la gestión y, sobre todo, ayudaría a suturar la
brecha entre la “clase política” y la “ciudadanía”.
37

Notas
1. DemocracyOs es una plataforma online que les permite a los ciudadanos informarse,
debatir y votar proyectos de ley en la búsqueda de estimular los mejores
argumentos para llegar a decisiones de forma colectiva. DemocracyOS se
adapta a las necesidades de cualquier organización que necesite difundir, discutir
y decidir soluciones para problemas complejos. Es una plataforma de código
abierto y puede ser utilizada, modificada y redistribuida libremente.

2. La etapa de selección, desarrollada entre el 5 y el 18 de noviembre, desplegó
frente a los ciudadanos dieciséis proyectos de ley dispuestos en placas que incluían
una breve explicación, el vínculo al proyecto original y el contacto con el
autor para realizar consultas directamente.

Finalmente, se preguntó en cada placa: “¿Cuánto te interesa debatir este proyecto?”
con las siguientes categorías y puntaje:
“NADA” valía 0 puntos; “POCO”, 3 puntos; “BASTANTE”, 7 puntos; “MUCHO”
10 puntos; “SALTEAR” un proyecto no otorgaba puntos.

3. La instancia de debate dividió cada uno de los proyectos en apartados “en
general” y “en particular” para permitir un tratamiento en profundidad de cada
uno. El diseño le otorgó especial importancia al debate entre los ciudadanos, con
un doble objetivo: por un lado, que la participación lograra generar una mayor
conciencia cívica y, por el otro, que las perspectivas y los argumentos de los
porteños se convirtieran en insumos para que los legisladores pudieran mejorar
sus propios proyectos.
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Agustín Frizzera es par y cofundador del Partido de la Red, licenciado
en Sociología (UBA) y Máster en Gestión Urbanística
(UPC). Su compromiso con el fortalecimiento de la participación
ciudadana lo motivó a crear e impulsar desde muy joven diferentes
iniciativas sociales, como el Grupo Interrupción y la Asociación
Civil Sumando Argentina. Ha sido director del programa Demos,
Construyendo una Ciudadanía Responsable y del programa Inmigración,
Ciudad y Territorio, del Centro de Políticas del Suelo y
Valoraciones (CPSV) de la UPC. Asimismo, ha trabajado como
coordinador del Plan Estratégico de Recursos Musicales en el Distrito
de Gracia (Barcelona) y se ha desempeñado como asesor parlamentario
en la Legislatura Porteña en materia de Planeamiento
Urbano, Vivienda y Patrimonio Arquitectónico.




* Puede leerse y/o descargarse el libro completo en: https://es.scribd.com/doc/297118898/Que-Democracia-Para-El-Siglo-Xxi

Qué democracia para el siglo XXI - Introduccion



Introducción: ¿Qué democracia para el siglo XXI?

Matías Bianchi y Pía Mancini

* Puede leerse y/o descargarse el libro completo en: https://es.scribd.com/doc/297118898/Que-Democracia-Para-El-Siglo-Xxi


La democracia es una forma de organización social, una
de tantas. No es algo estático, de laboratorio, sino que
es constituida y reconstituida históricamente por nosotros,
los ciudadanos, con los recursos culturales, tecnológicos
y políticos que tenemos a disposición. Es por ello que cada
sociedad, según sus propias características y posibilidades se organiza
a su manera.

América Latina, con grandes diferencias entre países, tiene
características particulares que le son propias, que han definido
sus procesos políticos. En nuestra región, la construcción de la
democracia ha sido un proceso largo y complejo, y ha avanzado
sufriendo constantes interrupciones, idas y vueltas, perversiones
y falencias. A pesar de estas debilidades, la democracia en
América Latina hoy se encuentra más fuerte que nunca. Desde
la década del ochenta, cuando la región logró dejar atrás los golpes
cívico-militares y los gobiernos de facto, este sistema se ha
mantenido. Con sus deficiencias, las elecciones se han vuelto
una práctica irremplazable, la ciudadanía política se ha ampliado
y fortalecido; y la sociedad, consciente de sus problemas y
desafíos, quiere resolverlos dentro del juego democrático.

Este avance produjo que el debate y las batallas (por suerte,
ya no batallas armadas en la gran mayoría de la región) ya no sean
por la democracia sino por qué tipo de democracia queremos.
5

El desafío que nuestra generación enfrenta es el de pensar, imaginar,
diseñar y construir la democracia para el siglo en el que
vivimos. Las instituciones democráticas que consolidamos son
aquellas que fueron pensadas hace más de 200 años y que responden
a los valores, la tecnología y la ciudadanía de esa época.

Esa tecnología y ciudadanía han cambiado profundamente en
los últimos dos siglos, sobre todo en los últimos veinticinco años,
desde el surgimiento de la red e internet. Consecuentemente,
el sistema político ha quedado desincronizado de los tiempos
de la sociedad. Mientras que nuevas tecnologías nos permiten,
como ciudadanos, expresar nuestras ideas y aspiraciones, organizarnos
para la acción cívica y política a un costo estructural
prácticamente nulo y participar remotamente en ágoras globales,
el sistema político pretende que seamos únicamente receptores
pasivos de un monólogo. Somos espectadores de un juego en el
cual no participamos y sólo somos llamados a refrendar cada dos
años a través del voto.

Parece que estamos encaminados hacia un choque entre un
sistema político que ya no representa y ciudadanos con nuevas
capacidades de representarse a sí mismos. El resultado de este
choque será un nuevo modelo del Estado y de la sociedad, uno
que aún desconocemos, pero que tenemos la oportunidad única
de influenciar y protagonizar.

Uno de los principales aspectos de las instituciones políticas es
su legitimidad. Son —o al menos deberían ser— los encargados de
6

mediar confianza en la sociedad. Confiamos en que los partidos
políticos agregan nuestras preferencias y las elevan a la dirigencia
para que éstos decidan a favor del bien común; confiamos en
las instituciones económicas lo suficiente para intercambiar papeles
a cambio de bienes y servicios; confiamos en la protección
de las leyes y entregamos a las instituciones políticas el monopolio
de la fuerza. Sin embargo, en las encuestas regionales de
Latinobarómetro y LAPOP, vemos que las instituciones públicas
gozan sustancialmente de menos legitimidad que las privadas, y
los partidos políticos se encuentran al fondo de la lista. Nos tenemos
que preguntar, entonces, ¿en quién confiamos?

Si los modelos tradicionales de organización social y política
han perdido gran parte de su legitimidad, es decir de su capacidad
de responder a las demandas de la ciudadanía y de generar
confianza en el sistema, necesitamos empezar a pensar, a diseñar
y a experimentar alternativas. La necesidad nace de aquello
que se encuentra en el centro mismo de la organización política:
el poder. Los sistemas políticos distribuyen poder —de forma
más o menos democrática o justa y en base a razones tan diversas
como el carisma, la fuerza, o la voluntad popular—. Si
la confianza en las instituciones existentes es cada vez menor y,
por lo tanto, la legitimidad de aquellas está cada vez más cuestionada,
a menos que logremos articular una alternativa, nos enfrentaremos
a un vacío de poder que será ocupado rápidamente
por alternativas de facto, populistas o radicalizadas.
7

Entonces, si la democracia es ese espacio vivo, en constante
transformación, significa que no estamos condenados a las
instituciones que heredamos. Éstas son un bien colectivo que
podemos y debemos rediseñar para el tecnos y demos existentes
hoy. No es un proceso fácil, ni un proceso que pueda tomarse a la
ligera, pero estamos en un momento de la historia donde las innovaciones
en la tecnología de organización y comunicación hacen
necesario debatir qué democracia queremos para el siglo XXI y
qué características deberá tener la ciudadanía que la protagonice.
Estamos en un momento histórico en donde una innovadora
tecnología de la comunicación y la organización facilita el
surgimiento de una ciudadanía con nuevas capacidades y, como
resultado, podemos discutir cómo es, cómo queremos que sea,
en el siglo XXI la democracia. Esta colección no pretende proveer
una respuesta, ni siquiera esbozar un camino, sino que presenta
una mirada hacia el futuro, orientada a desovillar la pregunta
más importante que puede y debe hacerse esta generación: ¿qué
queremos y podemos construir como democracia?

Este trabajo es resultado de un camino que estamos transitando
con una red de organizaciones de la región. Surge, curiosamente,
de la convergencia entre Asuntos del Sur y Democracia
en Red, organizaciones que nos hacemos las mismas preguntas
y en las que estamos construyendo redes paralelas para
compartir inquietudes e intentar responderlas. Rápidamente
nos dimos cuenta de que es un proceso general donde hay un
8

mundo que no termina de morir y no sabemos cuándo el nuevo
empieza a parir.

Ambas organizaciones buscamos construir redes ampliadas
y flexibles de individuos de América Latina que están construyendo
en el espacio de la innovación cívica. El objetivo es trabajar
juntos en el desarrollo de innovaciones que nos permitan
participar en el diseño de instancias nuevas de participación ciudadana
que tengan impacto en el sistema político. Elegimos
cooperar, aunar esfuerzos, y enriquecer juntos el proceso.
El origen más profundo —y, creemos, la motivación última
de todos aquellos que nos acercamos— ha sido nuestra propia
incertidumbre frente a estas preguntas, marca registrada de
nuestra época. Incertidumbre frente a los grandes relatos que
nos contaban sobre la paz perpetua, la revolución o el desarrollo
acumulativo. Hemos aprendido a la fuerza que la historia no está
determinada y que nuestro mundo es finito. Es por ello que empezamos
a buscar nuestras propias respuestas, de manera inductiva,
con amigos, compañeros y colegas que hemos ido teniendo
la suerte de cruzarnos por toda la región.

Lo que buscamos no fue realizar un encuentro académico,
sino una conversación entre actores en el terreno, entre protagonistas
de una transformación provenientes de diferentes
contextos, banderas, luchas y agendas. Lo que nos une es una
búsqueda común: la necesidad de preguntarnos en voz alta qué
significa el cambio social, qué sentido tiene la democracia para
9

nosotros y cuál es nuestro rol en ella. Es un ejercicio exploratorio,
donde no buscamos generar consensos sino generar confluencias.
Sí, cada uno de nosotros tiene aspiraciones utópicas.
pero tenemos todos una fuerte conexión con prácticas concretas
muy diversas que alimentaron el diálogo.

Gracias al apoyo de la Fundación Avina y a Open Society
Foundation, pudimos reunir a nuestra red a finales de 2014 en
Santiago de Chile. Este encuentro contó con la participación de
activistas, políticos, hackers, artistas, emprendedores e investigadores
sociales de trece países (Argentina, Brasil, Bolivia, Chile,
Cuba, Ecuador, El Salvador, Estados Unidos, México, Paraguay,
Nicaragua, Venezuela y Uruguay). El objetivo fue debatir
perspectivas en torno a la política, el activismo, la democracia
y la tecnología en el marco de las transformaciones que hemos
logrado presenciar en los albores del siglo XXI.
Colaboradores y su contexto
En este trabajo buscamos dar cuenta de la existencia y la
experiencia de actores que construyen alternativas políticas a las
formas y contenidos que conocemos. Operan en lo que denominamos
los “márgenes” de la democracia, rincones autónomos
de poder donde articulan nuevos espacios públicos y construyen
formas alternativas de ejercicio del poder y se vinculan de
manera innovadora entre sí y con el poder político. Son activis10
tas, emprendedores, militantes, políticos, líderes comunales, comunicadores
y demás, que tienen como objetivo ampliar los
derechos ciudadanos desde el rincón donde actúan.

Estos actores no surgen en la oquedad de un tubo de ensayo,
sino en contextos históricos concretos y con las herramientas
tecnológicas y cognitivas de las que se dispone. Vale la pena
detenerse en las características de las democracias latinoamericanas,
las cuales han creado, involuntariamente, un ecosistema
propicio para el desarrollo de este tipo de ideas y prácticas políticas.
La combinación de éstas con las transformaciones económicas
y tecnológicas de las últimas décadas, brindan el marco
y las herramientas para el surgimiento de estos liderazgos y
prácticas alternativas.

El desarrollo de la democracia en América Latina tiene características
que le son peculiares, diferentes a las de los países
occidentales del Atlántico Norte. En nuestra región, la modernidad
y su reflejo institucional en el Estado moderno, nunca fue
implementado acabadamente. La consolidación de los Estados
independientes en la región a partir de mediados del siglo XIX,
vino emparejado con un desarrollo económico basado en la exportación
de recursos naturales, generalmente de carácter extractivo
y, en su mayoría, de enclave. Los recursos han estado
controlados por elites rentísticas —locales e internacionales—,
que concentraron bienes públicos, infraestructura e instituciones
en los lugares con mayor dinamismo económico, dejando a
11

grandes porcentajes de la población marginados de los procesos
económicos y del poder político. La historia del quebracho
en el Chaco argentino, el banano centroamericano, el café paulista,
los nitratos andinos, la plata mexicana, el caucho amazónico
o las esmeraldas colombianas es la historia de las venas
abiertas de América Latina.

Durante el siglo XX, con importantes diferencias entre ellos,
los Estados de la región lograron escasos avances en la consolidación
de sus poderes infraestructurales para incorporar a las
mayorías en los procesos de desarrollo nacional. Educación, salud,
seguridad, transporte, servicios y demás se concentran en
los centros urbanos y para algunos sectores. Los Estados no consiguieron
(o sólo lo hicieron parcialmente) que seamos todos
iguales frente a la ley, y en ellos la dificultad de ser indígena o
mulato aún se vive día a día; no existe la igualdad de género, los
bienes no llegan a todas las regiones, y escasean oportunidades
para los jóvenes. Algunas veces se ha avanzado en algún aspecto,
pero retrocedido en otro. De alguna manera, los poderes “de facto”
han prevalecido frente a una institucionalidad estatal débil
y de escasa penetración territorial.

Estas características del Estado tienen su correlato en la debilidad
histórica de los regímenes democráticos en la región. La
dificultad de establecer el poder central en el siglo XIX y su consolidación
incompleta en el siglo XX hicieron que, en vez de descansar
en la fórmula político-económica de Estado de bienestar
12

y sistema de partidos como en Europa, en la región se exacerbara
el rol del Ejecutivo y de sus aparatos represivos. En otras palabras,
reúne la parte violenta y jerárquica del Estado sin el alcance
de los beneficios sociales que implementaron en los países
desarrollados. Es por ello que la fragilidad infraestructural de
los Estados, la falta de autonomía frente a los poderes fácticos
y la debilidad de la ciudadanía son los factores fundamentales
que explican un siglo de tensiones entre democracia y autoritarismo
en la región.

En los últimos treinta años, se ha experimentado una
recuperación de la democracia como régimen político, lo cual
ha significado importantes avances frente a casi un siglo de
interrupciones constitucionales y dictaduras militares. Sin embargo,
estos avances han sido percibidos por la población como
insuficientes y escasos. La región todavía es la más desigual del
mundo, donde mujeres, afrodescendientes, indígenas y jóvenes
siguen siendo los sectores con mayor vulnerabilidad. El sistema
político pareciera no resolver sus problemas cotidianos, va muy
por detrás de la agenda de prioridades de la sociedad. En este
sentido, a pesar de la estabilidad de la democracia electoral,
la democracia de ciudadanos o democracia de bienestar se encuentra
todavía muy rezagada. No es casual, por ello, que las
instituciones públicas tengan más baja estima entre la población
que las instituciones privadas, y que sean los partidos políticos
los que tengan los niveles más bajos de legitimidad entre todas
13

las instituciones, así como las instituciones representativas en
general. Esto es lo que cotidianamente denominamos “crisis
de representación”.

Nuestros Estados, que son piezas de museo diseñadas en
el siglo XIX, tienen que servirnos para lidiar con los problemas
del siglo XXI. Es decir, las instituciones para representar a los
ciudadanos, incluir a las mayorías e implementar mecanismos de
desarrollo son, a la vista de los latinoamericanos, cada vez menos
capaces de llevarlo a cabo. Estas instituciones, incluyendo a los
partidos políticos, han dejado huérfanos a amplios sectores sociales,
minorías o mayorías excluidas.

Hay un aspecto positivo de este fenómeno. La debilidad de
los Estados democráticos de la región es una ventana de oportunidad,
un espacio fértil y desestructurado en el que surgen y de
donde se nutren actores como los que escriben en esta publicación.
Los márgenes, la periferia son espacios de innovación política.
Los “huérfanos” aparecen con mayor libertad para proponer
alternativas de manera fresca, innovadora y desestructurada.
Allí es donde surgen actores como el movimiento
#YoSoy132, o los #Disidentes de Venezuela; otros optan por
armar partidos políticos como el MRS en Nicaragua o los jóvenes
estudiantes chilenos; mientras que algunos influyen desde
organizaciones sociales. Lo que todos tienen en común es que
buscan y proponen un nuevo contrato entre Estado y sociedad.
Los déficits de la democracia y las carencias de los apara14
tos estatales de la región resultan ser, de alguna manera, una
oportunidad para articular espacios públicos nuevos y para dar
fruto a liderazgos alternativos que permitan empujar por una
nueva agenda política en la región. Estos sujetos se refugian
allí creando quilombos, espacios de creatividad y libertad donde
proponen formas y contenidos nuevos para la democracia.
Con ese espíritu nos reunimos en Chile, salirnos de nuestros
lugares cotidianos a crear un quilombo donde poder decir
cómo pensamos y vivimos la democracia hoy, qué podemos
aportar como generación y cómo pensamos transformarla. Este
trabajo resume nuestras emociones, preocupaciones, sueños, y
preguntas sobre la democracia en América Latina.

Las contribuciones son complejas y fueron escritas sin pautas
previas. Sin embargo, es interesante notar como dialogan
principalmente en tres ejes: qué ofrece la tecnología digital a
la democracia, qué demos tiene hoy la sociedad, y los elementos
de una agenda generacional. Estos temas y preocupaciones
atraviesan transversalmente los trabajos, donde cada uno hace
énfasis en alguno de estos ejes a partir de la experiencia propia.
15

La revolución digital
Uno de los ejes ineludibles que se abordan al hablar de
movimientos políticos innovadores y cambios en las democracias
son las posibilidades y herramientas que nos brinda la
revolución digital que estamos viviendo, pero que todavía no
sabemos bien qué significa y hacia dónde nos lleva.

La difusión de la internet, las redes sociales y los teléfonos celulares,
fenómeno que llamamos la “Triple Revolución”, significa
transformaciones disruptivas en nuestras relaciones sociales, comunicaciones,
comercio, economía, vida privada y en el conocimiento,
especialmente cuando todo está sucediendo al mismo tiempo.

Agustín Frizzera, de Democracia en Red, nos plantea cómo
el software puede ayudar a desarrollar y potenciar las capacidades
de colectivos sociales. A partir del desarrollo del software
DemocracyOS, se desafían la teoría y la praxis de la democracia
representativa en la que vivimos, proponiendo una relación activa,
instantánea y participativa.

Del mismo modo, Pablo Collada, director de la organización
Ciudadano Inteligente, nos explica en su trabajo cómo la
tecnología facilita el diálogo, equilibra las voces. La tecnología
digital, señala, es una oportunidad única para reinventar el sentido
de comunidad, construir una historia y una memoria colectiva.
Bernardo Gutiérrez explica cómo internet crea nuevos
espacios, antes inexistentes, a un costo marginal.
16

Esto es construir democracia, es recuperar el valor de lo público,
lo abierto, es parte de la estructura de la tecnología digital.
Pero no estamos sólo frente a cambios cuantitativos, de mayor
información, datos, conectividad. También la tecnología digital
propone cambios estructurales en la forma en cómo nos organizamos
como sociedad. Permite otras relaciones políticas, más
horizontales, colaborativas y en red —todo lo opuesto al diseño
institucional de la matriz estadocéntrica—. Como señala Newsom
en su libro Program or be Programmed, en esta matriz estadocéntrica,
el Estado está en el centro, y es el gobierno quien empuja las
cosas hacia ti, y tú eres un recipiente pasivo, aislado de los centros
de decisión. Es un modelo de una sola vía y en política, tú votas,
yo mando. Santiago Siri aquí nos explica que la tecnología digital,
específicamente internet y el Blockchain, es estructuralmente
descentralizada. El Blockchain, andamiaje sobre el que se basa el
Bitcoin, tiene el potencial de desafiar al propio Estado moderno,
ya que no lo necesita como autoridad legítima ni como intermediador.
El Blockchain es creado y se legitima en sus propios usuarios,
ya que es una estructura autónoma distribuida entre ellos.

Este paradigma basado en el conocimiento, desnuda las tradicionales
fuentes de poder y democratiza el juego político.
Todavía no tenemos muy en claro el alcance y los desafíos que
esto representa, y en ese sentido, Bernardo Gutiérrez nos invita a
hacer una pausa, a repensar los códigos, las formas en que pensamos
y hacemos la acción política.
17

Uno de los principales desafíos es que no estamos todos en
igualdad de posición para aprovechar los beneficios que las tecnologías
ofrecen. Pablo Collada nos alerta de las persistentes
desigualdades de acceso al poder en el mundo, donde dinero,
familias y grupos de interés manejan la política.

Matías Bianchi, de Asuntos del Sur, va más allá y pide no
caer en “tecnoutopismos”, ya que las desigualdades en el mundo
online son aún más grandes que en el mundo offline. Matías
alerta sobre la necesidad de un trabajo político y de formación
ciudadana para no caer en un tecno elitismo. La era digital requiere
una mayor capacidad de agencia por parte de los ciudadanos.

Tal como alertaba Gramsci en la década del 1920, los
cambios sociales —en su caso propugnaba por una revolución
de los trabajadores— significan un cambio cultural de empoderamiento
de las bases. Él pensaba que el desafío de los movimientos
sociales era un proceso de formación ciudadana, y la
revolución requería eliminar las divisiones entre dirigentes y
dirigidos, y el peligro inminente era la caída en el totalitarismo.

Demos
Otro aspecto sobresaliente en los textos de los colaboradores
es que destacan el surgimiento de un demos que antes no
existía, con dinámicas nuevas. Uno de ellos es el fenómeno que
Bernardo Gutiérrez explica que los movimientos emergentes no
18

son homogéneos, sino que son una “confluencia” de organizaciones,
que apuestan a una organización abierta, a la cultura libre
y a los bienes comunes.

Aunque varios autores hablan de que estos movimientos
no son completamente nuevos, muchos recuperan saberes y
prácticas anteriores. Comunidades afro que se reinventan,
que arman Quilombos digitales, como las llama Monique Evelle.
Ella explica, a partir de su militancia en Desabafo Social en Salvador
de Bahía, la lucha por las nuevas formas de esclavitud.

Cambian las formas, pero la explotación, la marginalidad y la
exclusión continúan azotando a la diáspora africana que vive
en América Latina. Por otro lado, los quilombos, esos lugares
de resistencia que creaban los esclavos cuando se escapaban
de las plantaciones en la colonia, ahora se reinventan con tecnologías
digitales, y el uso de la danza y la música como instrumentos
de incidencia política.

Bernardo Gutiérrez también dice que, en realidad, no hay
nada nuevo —se retoman principios anteriores como el de “mandar
obedeciendo” del zapatismo, o “tomar la calle”, o “si el pueblo
no tiene justicia, que el gobierno no tenga paz”—.
Esto invita a salir de una cultura política binaria. Los nuevos
movimientos tienen matices, se agrupan en diferentes redes,
cooperan, participan y confluyen. Los ciudadanos no somos
homogéneos, parte de un algo homogéneo, sino que participamos
en distintas áreas. Paul Caballero, activista LGBTI,
19

explica cómo nuestra identidad es multifacética, no dicotómica
y que se define y redefine.

Otro de los elementos que se retoma es la emocionalidad,
algo que pasó a estar ausente en la política de partidos. Es así
como surgen movimientos políticos como #YoSoy132, que es
una reacción frente al PRI, que volvía al poder en el 2012 de la
mano de la poderosa Televisa —ejes de la vieja política—.
Rodrigo Serrano nos cuenta cómo vivió en carne propia el
proceso desde la Universidad Iberoamericana, la articulación con
otros actores y los desafíos vividos. Todo comenzó con un video
sin producción subido a YouTube, reacción a un insulto por parte
del candidato del PRI.

Este demos se organiza de manera diferente. Julio Jiménez
Géndler “Juliococo”, activista venezolano, cuenta cómo se ha
servido de una nueva forma de hacer política, descentralizada,
horizontal y conectada, pero que choca frontalmente con la
política piramidal y jerárquica de los partidos políticos tradicionales
en Venezuela. Esta transición, donde la sociedad pasa
del “que nos representen” al “nos representamos”, no es un
proceso sencillo ni exento de sobresaltos.

En esta línea también argumenta Justin Wedes, contando
su experiencia en el movimiento Occupy Wall Street. Wedes explica
las dificultades de estos liderazgos horizontales, sin líderes
jerárquicos. Allí hay también problemas de acción colectiva, de
coordinación y hay actores que cooptan los procesos. No lo dice
20

para dimitir, sino para tomar nota y mejorar. Sin dudas, este movimiento
impactó en otras organizaciones alrededor del mundo e
introdujo otro lenguaje a la agenda política. Hablar del 99% hoy
es un planteo político muy instalado. ¿Estamos frente a algo que
no pudo ser, o simplemente frente a un fenómeno diferente?

Agenda generacional
El tercer eje sobre el que versaron las reflexiones es el de
los aportes políticos de nuestra generación. Un énfasis en tecnología
no tiene por qué dejar de tener utopías, sueños, ni mucho
menos miradas de un futuro que se pretende alcanzar.

En estos trabajos no resalta una mirada de grandes relatos
o utopías totalizantes, como la paz perpetua kantiana o el comunismo
marxista que pretendían unas cosmovisiones absolutas
sobre la historia, el presente y el futuro. En estos textos
se ven minirelatos, elementos sueltos pero con una mirada de
inclusión política, igualdad de condiciones y sostenibilidad de
nuestras relaciones económicas.

Uno de los que aborda este eje es Paul Caballero, que trae
el debate de identidad sexual al corazón de la reflexión sobre
la democracia. Si la identidad es clave para la formación del
individuo y del ciudadano, democratizar la identidad sexual no
es más que la lucha por la ciudadanía. Debemos correr las fronteras
de la inclusión política. Este es el proceso de “deshuma21
nización más nítido y prolongado desde que la humanidad se
asumió como tal", y no resolverlo es naturalizar la hipocresía,
pero sobre todo es permitir la permanencia de los prejuicios y
la intolerancia.

En la misma línea, la diputada nicaraguense Silvia Gutiérrez,
reflexiona sobre lo difícil que es para las mujeres todavía trabajar
en política, la discriminación, el sometimiento y las barreras.
Por ello, da pistas de acción política mediante la construcción
de redes regionales de sororidad, entre otras estrategias.
Desde Paraguay, Maxi Urbieta habla de cambiar la manera
en que pensamos nuestro hábitat. Propone como eje de su accionar
político una ciudad inteligente, la cual no es una cuestión de
tecnología, sino sobre todo un modelo de gobernanza en el que
se busca una ciudad más integrada y sustentable.

Parte fundamental de esta agenda es la inclusión de los
indígenas y la diáspora africana. Monique Evelle da cuenta de
esto y señala a la cultura como un arma clave de construcción
política, desde las favelas y con jóvenes negros pobres. En su
práctica, ha ido tornándose en una técnica social desarrollada
no sólo desde Desabafo sino también desde otras organizaciones
como Midia Étnica.

El lector no debería acercarse a estas contribuciones como
un tratado sobre la democracia en el siglo XXI, ni tampoco buscar
una coherencia argumentativa. Simplemente, no la encontrará,
y tendrá la sorpresa de hallar más preguntas que respues22
tas. ¿Cómo pasar de la movilización en red a la calle? ¿Cómo construir
liderazgos alternativos en redes dinámicas? ¿Cómo será la
transición de la modernidad industrial a la era digital? ¿Cómo es
el animal político? ¿Cómo lo formamos? Son preguntas abiertas,
sin respuesta, que seguimos discutiendo.

Lo que sí hay son expresiones desprejuiciadas, en primera
persona, emitidas por actores transformadores de nuestra realidad
en América Latina. Actores que están en el terreno, en diferentes
países, pensando y actuando para correr la frontera de lo
que tenemos y lo que podemos tener como organización política.
En definitiva, como nos invita a pensar Agustín Frizzera, la democracia
no es más que una forma de vida.

Esta publicación es la primera parte de una conversación regional
que buscamos enriquecer con nuevas y diversas miradas,
creando nuevos espacios digitales y físicos para seguir intentando
plantear y, ojalá, responder las preguntas que vale la pena hacerse.
Matías Bianchi, director, Asuntos del Sur
Pía Mancini, directora, Democracia en Red
23




Matías Bianchi es doctor en Ciencia Política con estudios en
la Universidad de Buenos Aires, la Universidad de Oxford y el
Instituto de Estudios Políticos de Paris (Sciences Po). Ha sido
becario FURP, Chevening, Excellence Eiffel y fellow en
Northwestern University. Ha sido convocado por el Council of
the Americas como parte de las Nuevas Voces de América Latina.
Ha trabajado en el Woodrow Wilson Center, el Gobierno
de Argentina, el Centro de Desarrollo de la Organización para la
Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) y ha dirigido el Instituto
Federal de Gobierno en Argentina. Es docente universitario
en la Universidad de Arizona y realiza asesorías internacionales
en torno a temas de descentralización, democracia subnacional y
tecnopolítica. También es director y fundador de Asuntos del Sur,
think tank con enfoque regional donde concentra su trabajo
en torno a cómo la tecnología puede permitir la democratización de
la política. Su último libro se llama Democracia en los márgenes de
la democracia: activismo en América Latina en la era digital.
24




Pía Mancini es co fundadora y Directora Ejecutiva de Democracia en
Red. Politóloga, co fundadora del Partido de la Red, representante
del Consejo de Social Media del Foro Económico Mundial, es parte
de The World Fix, una comunidad que innova en el problema más
difícil del mundo, el Gobierno. Fue Jefa de Asesores de la Subsecretaria
de Asuntos Políticos GCBA, trabajó en el Centro de Implementación
de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC) y
formó parte del equipo fundador de Interrupción.






* Puede leerse y/o descargarse el libro completo en: https://es.scribd.com/doc/297118898/Que-Democracia-Para-El-Siglo-Xxi

viernes, 29 de enero de 2016

Reforma Política de la Ciudad de México - Decreto



Decreto por el que se declaran reformadas y
derogadas diversas disposiciones de la
Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos, en materia de la reforma política de la
Ciudad de México

Del 29 de enero de 2016 que entrara en vigor el primer minuto del 30 de enero del mismo.











Democracia para el siglo XXI

 ¿Qué democracia para el siglo XXI?

 La democracia es un espacio vivo, en constante transformación: no estamos condenados a las instituciones que heredamos sino que podemos cuestionarlas, transformarlas.
En este libro, activistas y organizaciones de toda América Latina se preguntan: ¿qué democracia queremos y podemos construir en el contexto social y tecnológico que estamos atravesando?

Las innovaciones en las tecnologías de organización y comunicación hacen necesario debatir qué prácticas sociales y políticas queremos para el siglo XXI y qué características tendrá la ciudadanía que las protagonice. No es un proceso fácil ni que pueda tomarse a la ligera. Estamos ante el surgimiento de una ciudadanía con nuevas capacidades y, como resultado, podremos discutir cómo es y cómo queremos que sea en el siglo XXI, la democracia.

Esta colección de artículos es fruto de la reflexión de hacedores, de activistas sociales de todas la región, que se animan a poner por escrito sus aprendizajes y sus inquietudes. No pretenden proveer respuestas únicas, sino presentar miradas hacia el futuro.






ÍNDICE


Introducción: ¿Qué democracia para el siglo XXI?...........................................4
Matías Bianchi y Pía Mancini
Internet como un puente.................................................................................25
Agustín Frizzera
Del Passe Livre a la democracia en red...........................................................39
Bernardo Gutiérrez
El desafío de reconstruir el poder:
de la verticalidad a la red distribuida.............................................................68
Julio Jiménez Gédler "Juliococo"
Blockchain y postcapitalismo.........................................................................83
Santiago Siri
Una nueva cultura de negocios, una nueva cultura democrática...............99
Tomás de Lara
Desigualdades en América Latina en la era digital.....................................118
Matías Bianchi
Inclusión de la mujer en la política. Una mirada desde Nicaragua..........133
Silvia Gutiérrez
Apuntes hacia la construcción de los procesos
de visibilización y construcción política de la comunidad LGTBI............152
Paul Caballero
Quilombos digitales y participación política..............................................170
Monique Evelle
Construir una democracia de consenso y participativa.............................186
Maxi Urbieta
132 y la nueva democracia en ciernes..........................................................199
Rodrigo Serrano
La sal de la democracia..................................................................................216
Pablo Collada
Tiranía del antiliderazgo...............................................................................229
Justin Wedes

jueves, 28 de enero de 2016

Reforma Política del DF



Se promulgo la Reforma Política del Distrito Federal con la cual se da origen de forma oficial a la Ciudad de México como la entidad federativa número 32 de la República Mexicana.

El nuevo órgano encargado de elaborar la Constitución será designado el primer domingo de junio de 2016 y se instalará el 15 de septiembre del mismo año, y concluir las discusiones el 31 de enero del 2017, de manera que el nuevo ordenamiento entre en vigor en septiembre del 2018.



Poder Costituyente





Poder constitucional es la denominación del poder que tiene la atribución de establecer la norma fundamental de un ordenamiento jurídico, dando origen a un Estado y su sistema político y, posteriormente, de modificarla o enmendarla. Esta facultad es ejercida al constituir un nuevo Estado y al reformar la Constitución vigente. Por lo anterior, habitualmente se distingue un poder constituyente primario u originario y un poder constituyente derivado'.

El poder constituyente ha sido definido como la "voluntad política creadora del orden, que requiere naturaleza originaria, eficacia y carácter creadora" y como la "voluntad originaria, soberana, suprema y directa que tiene un pueblo, para constituir un Estado dándole una personalidad al mismo y darse la organización jurídica y política que más le convenga".1 De todos modos, existen concepciones que consideran que el poder constituyente originario puede recaer en el pueblo o en la nación.

Se considera que el poder constituyente existe en los regímenes de Constitución rígida, en el que la elaboración de las normas constitucionales requiere un procedimiento diferente al de las leyes.




Naturaleza del poder constituyente

El poder constituyente originario no puede encontrar su base fundamental en ninguna norma y por tanto, su naturaleza jurídica se deriva del derecho natural, sobre el cual se hayan escrito, o no, normas jurídicas, doctrina, o jurisprudencia. Pese a esto se ha afirmado que la tarea del poder constituyente es política, no jurídica.2 El poder constituyente, al ser origen del Derecho, no puede tener dicha naturaleza.

Emmanuel Joseph Sieyès, en su obra "Qué es el Tercer Estado", atribuía dos características al poder constituyente: es un poder originario y único, que no puede encontrar fundamento fuera de sí; y que era un poder incondicionado, es decir, que no posee límites formales o materiales.

Si bien, el poder constituyente no puede ser definido jurídicamente, si puede ser definido políticamente en términos de legitimidad.
Titularidad del poder constituyente

Siguiendo el principio de soberanía popular, el titular del poder constituyente es el pueblo. Hoy este es el entendimiento más difundido, pero para Sieyès (siguiendo la linéa de la titularidad por parte del pueblo) el titular es la nación. El concepto de nación es relativamente ambiguo. Nación, en sentido estricto, tiene dos acepciones: la nación política, en el ámbito jurídico-político, es el sujeto político en el que reside la soberanía constituyente de un Estado; la nación cultural, concepto socio-ideológico más subjetivo y ambiguo que el anterior, se puede definir a grandes rasgos como una comunidad humana con ciertas características culturales comunes a las que dota de un sentido ético-político. En sentido lato nación se emplea con variados significados: Estado, país, territorio o habitantes de ellos, etnia y otros.

Que el poder constituyente sea titularidad del pueblo no obstaculiza que el ejercicio efectivo del mismo este a cargo de un órgano convocado al efecto como son las asambleas constituyentes o las convenciones constituyentes, esto en concordancia con el principio representativo propio de las democracias indirectas, en este caso los convencionales o constituyentes actúan por mandato y en representación del pueblo.

Clasificación
Poder constituyente originario y derivado

Si bien se afirma que el poder constituyente es el pueblo se omite mencionarlo en clasificaciones en las que se clasifica a los poderes constituyentes como organismos colegiados:

El poder constituyente originario es el que aparece primigeniamente y le da origen al ordenamiento político. Así, el poder constituyente originario es aquel que crea la primera Constitución de un Estado; en este sentido, con frecuencia, actúa como poder constituyente originario una Asamblea constituyente que, al aprobar la primera Constitución de un país, está poniendo de manifiesto jurídicamente su nacimiento. Y una vez cumplida su labor desaparece; pero como su tarea requiere continuidad, suele establecer un órgano que se encargue de adicionar y modificarla, de acuerdo a las circunstancias o problemas que surjan, a este se le denomina poder constituyente derivado, instituido o permanente.

El poder constituyente originario puede actuar dictando una Constitución que no sea la primera del país. Se trata de un Estado que ya tenía una Constitución, en el cual se produce un cambio radical de todas sus estructuras (una revolución). La Constitución que se dicta consagrando nuevas estructuras políticas, sociales y a veces económicas es el fruto de un poder constituyente originario, aunque no se trate, históricamente de la primera Constitución del país. En la gran mayoría de los casos en que se dicta una Constitución luego de un proceso revolucionario, los órganos que intervienen y el procedimiento que se utiliza para dictarla, no son los previstos en la Constitución anterior. Si se dictase una nueva Constitución por los órganos previstos por la Constitución anterior, estaríamos ante una actuación del poder constituyente derivado

A su vez, por poder constituyente derivado se entiende aquel establecido en la propia Constitución y que debe intervenir cuando se trata de reformar la Constitución. Es generalmente ejercido por una asamblea, congreso o parlamento. Es un poder que coexiste con los tres poderes clásicos, en los regímenes de Constitución rígida, cuya función es la elaboración de las normas constitucionales, las cuales se aprueban habitualmente a través de un procedimiento diferente al de las leyes.
Poder constituyente abierto y cerrado

El poder constituyente, según la teoría de Bidart Campos también puede ser abierto o cerrado. El autor entiende que es abierto cuando es resultado de un proceso de construcción a lo largo del tiempo, por ejemplo la Constitución Argentina de 1853/60, fue resultado de un proceso histórico que inició en 1853 y finalizó en 1860. Por otra parte, el poder constituyente es cerrado cuando se abre y se cierra en un mismo acto constituyente, es el caso de las reformas o enmiendas a la constitución.
Poder constituyente formal y material

Algunos autores realizan esta diferenciación atendiendo a las circunstancias de su ejercicio, será formal cuando se ejerce según los procedimientos que prevé la constitución o la ley fundamental para su ejercicio. Por otro lado será material cuando el ejercicio provenga de los poderes constituidos con el objeto de emitir disposiciones reglamentarias de carácter constitucional. Así un ejemplo de ejercicio formal del poder constituyente es la reforma constitucional, y material cuando el poder legislativo sanciona una ley de ciudadanía (la ciudadanía es una cuestión constitucional).
Por su nivel de ejercicio

Según los distintos niveles del estado que lo ejerzan puede clasificarse en poder constituyente de: Primer Grado: ejercido por la nación (nación política) en su conjunto; Segundo Grado: ejercido por las provincias o entidad subnacional; y de Tercer Grado: cuando su ejercicio corresponde a los municipios.



 

Poder constituyente y poderes constituidos

Hemos indicado que el poder constituyente es la capacidad que tiene el pueblo de darse una organización política-jurídica fundamental y revisar la misma cuando así lo considere atendiendo a situaciones culturales, sociales o políticas que importen una revisión y modificación de los principios que anteriormente fueron establecidos.

Los Poderes Constituidos emergen o nacen de la voluntad suprema del Poder Constituyente para darle al pueblo en su conjunto una organización política y como consecuencia de ello, esos poderes constituidos son derivativos, están limitados y regulados normativamente por la voluntad del poder constituyente.

En este sentido los poderes constituidos son los instrumentos o medios a través de los cuales se cumplen las funciones del estado y son necesarios para alcanzar los fines y propósitos de una sociedad organizada; pero no obstante las atribuciones que tuvieren asignados en el marco de competencias que a cada uno ellos les corresponda por mandato constitucional, las mismas pueden sufrir cambios significativos “a la hora en que el poder constituyente decida reestructurar el Estado, como quiera, sin restricciones, libre de toda vinculación a organizaciones pretéritas”.
Límites del Poder Constituyente

Los límites del poder constituyente se acotan en función de la naturaleza taxonómica de los mismos atendiendo así a su clasificación en función de si son poder constituyente originario o derivado.
Poder constituyente originario ilimitado basado en la soberanía

Según expone Pilar Mellado "la doctrina mantiene sin vacilaciones el carácter ilimitado y absolutamente libre del poder constituyente originario, es decir, la inexistencia de límites formales o materiales en su ejercicio, en cuanto es expresión de una potestad suprema que se identifica con la soberanía ".

En este sentido muchas constituciones contienen una declaración de soberanía que pretende concretar desde el derecho político quien en el verdadero titular del poder constituyente originario. Al lector puede servirle como ejemplo enciclopédico la declaración de soberanía de la constitución española que expresa quien es el poder constituyente originario:

    Artículo 1.

    2. La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado


Poder constituyente derivado con potestad limitada

En contraposición, el poder derivado será por su propia naturaleza limitado. Así según cita literal "incluso cuando el texto constitucional prevé su reforma total, como en el supuesto del artículo 168 de la Constitución" -española-.... "porque reformar es solo adaptar la Constitución a una realidad, no destruirla. Esta tarea únicamente incumbe al poder constituyente originario, no al derivado.".

En ese sentido académica mente se remarca que "cuando se viola el principio de limitación del poder de revisión, es decir, cuando se utiliza artificialmente para elaborar una nueva Constitución, estamos ante una práctica que en la doctrina francesa se ha calificado de fraude a la Constitución."

Los fraudes en la Constitución fueron prácticas utilizada por los fascistas en Italia y los nazis en Alemania que trasformaron estados constitucionales en regímenes radicalmente distintos, todo ello envuelto en una apariencia de continuidad constitucional aparentemente democrática como nos recuerdan todos los tratados de derecho político al explicar el fraude constitucional y cuales son las limitación de los poderes constituyentes.

Por ello hay que remarcar que las limitaciones de ese poder constituyente derivado se sustancian en varios motivos, como expone la obra de Santiago Sánchez González:

a. Un órgano creado por la Constitución no puede ejercer un poder ilimitado, solo el pueblo es soberano.

b. El órgano de revisión constitucional en un órgano que fija la propia Constitución de la que obtiene la legitimidad que le limita.

c. Las formas de revisión están impuestas por el régimen político establecido en la Constitución.

Hermann_Heller ya nos remarcaba que no se debe actuar a espaldas de esos límites porque se termina sufriendo el rechazo de la comunidad a la que se dirige y generalmente se instauran sistemas con vulneración de los Derechos Humanos.

¿Que es un Congreso o Asamblea Constituyente?


Constituyente de 1917 México


 *Un Congreso o asamblea constituyente o constitucional es una reunión nacional de representantes populares que asumen el objetivo específico de dictar las reglas que, en el futuro, regirán la relación entre gobernantes y gobernados y el funcionamiento y distribución del poder, fundamento de su sistema político y social. Ese ejercicio soberano se conoce como poder constituyente y opera por encima del poder constituido.

Una asamblea o congreso constituyente es un organismo de representantes colegiado que tiene como función redactar la nueva constitución, dotado para ello de plenos poderes o poder constituyente al que deben someterse todas las instituciones públicas. Se suele definir, por algunos textos de ciencias políticas y sociales, como la "reunión de personas, que simbolizan el pueblo ejerciendo su autoridad de mandatario, que tienen a su cargo ejercer la facultad de legislar, para editar una nueva ley fundamental y las nuevas líneas de la organización de un Estado, que modificarán los prototipos ya existentes". En este entendido, la asamblea constituyente se constituye en un mecanismo popular y democrático, para la configuración de un nuevo modelo de legislación constitucional y de organización del Estado.

No se trata de generar enmiendas constitucionales propias de las funciones de los parlamentos, sino de transformaciones radicales, orientadas al cambio de sus estructuras básicas.
Tipos de asambleas constituyentes

En la actualidad podríamos hablar de dos tipos de asambleas constituyentes:

    Asamblea constituyente no institucionalizada: Es aquella asamblea nacida espontáneamente, sin regulación previa. Por ejemplo, la asamblea de las provincias del Alto Perú de 1825 que dio origen a la República de Bolivia.

    Asamblea constituyente institucionalizada: Es aquella que se encuentra contemplada y regulada por la propia Constitución. Habitualmente, es una organización temporal, electiva, representativa, democrática, pluralista y facultada solamente para reformar el texto constitucional. Tal es el caso del cuerpo previsto en el art. 30 de la Constitución de la República Argentina para toda reforma -total o parcial- del texto de la Ley Suprema. Se forma únicamente para tal efecto y se disuelve una vez aprobado o rechazado el cambio propuesto.



* del articulo de Wikipedia: https://es.wikipedia.org/wiki/Asamblea_constituyente